¿Sabes que los niños con NCC pueden aprender a leer y escribir?

Las habilidades para leer y escribir son prioritarias en el desarrollo  personal y en el aprendizaje de cualquier persona, y aún más en aquellas con necesidades especiales, pues suponen el acceso a la competencia e independencia comunicativa (Clendon y Erickson, 2009).

La alfabetización es un derecho universal y una herramienta de inclusión social. Para los niños y niñas que utilizan Sistemas Aumentativos y Alternativos de Comunicación (SAAC), aprender a leer y escribir no solo es posible, sino también fundamental para garantizar su plena participación en la sociedad.

Durante mucho tiempo, se ha pensado erróneamente que algunos niños no podían acceder a la lectoescritura debido a sus dificultades comunicativas. Sin embargo, la experiencia y la investigación demuestran que, con los apoyos adecuados, todos los niños y niñas pueden desarrollar competencias lectoras y escritoras.

El acceso al lenguaje escrito ofrece múltiples beneficios:

  • Igualdad de oportunidades: la alfabetización permite participar en la escuela, en la comunidad y en la vida digital en condiciones más equitativas.
  • Autonomía y autodeterminación: leer y escribir brinda independencia y fortalece la autoestima.
  • Acceso al conocimiento: los textos son la base del aprendizaje escolar y de la cultura.
  • Ampliación de la comunicación: la escritura se suma al SAAC como una vía poderosa para expresar ideas, sentimientos y deseos.

Todas los niños y niñas (y cualquier persona) tienen derecho a la alfabetización, independientemente de su condición y modalidad comunicativa. Por eso, enseñarles a leer y escribir no es un objetivo secundario, sino una parte fundamental de su desarrollo y de su derecho a una vida plena e inclusiva.

La investigación científica es clara: los estudiantes con discapacidad intelectual y necesidades complejas de apoyo pueden aprender habilidades lectoras y escritoras si cuentan con apoyos adecuados, una educación sostenida e intervenciones integrales basadas en la evidencia (Copeland y Keefe, 2017; Erickson y Koppenhaver, 2020).

En AlfaSAAC creemos firmemente que todos los niños y niñas tienen derecho a la alfabetización, sin excepción. Nuestro compromiso es difundir información basada en la evidencia, promover la “Carta de Derechos en Alfabetización” y apoyar a familias y profesionales en el camino hacia una educación inclusiva y transformadora que incluya la enseñanza de lectoescritura a todas las personas.

La alfabetización emergente se compone de todas estas experiencias con la letra impresa (cuentos, letreros, listas de palabras, revistas, mensajes de whatssapp) y los intentos de escritura que comienzan con el garabateo desde la infancia más temprana hasta la edad escolar. Estas experiencias emergentes les preparan y motivan para la enseñanza de la lectoescritura en un momento posterior. 

Los avances en alfabetización emergente dependen en gran medida de:

  • Las experiencias con la letra impresa
  • La frecuencia con la que se producen estas oportunidades
  • La accesibilidad a los materiales
  • La experiencia personal en este aprendizaje

Sin embargo, la mayoría de los/as estudiantes usuarios de un SAAC se enfrentan a numerosas barreras de oportunidad que limitan sus oportunidades de aprendizaje de la lectoescritura y que no dependen de las características de la persona, sino del contexto en el que aprenden y se desarrollan. Entre las barreras más comunes encontramos (Sheldon, 2020; Beukelman y Light, 2020; Sheldon y Erickson, 2020; Light y McNaughton, 1993):

  • Poca exposición a la lectura y escritura: los niños con necesidades complejas de comunicación suelen tener menos oportunidades de interactuar con cuentos, textos, juegos de palabras o actividades de escritura cotidiana.
  • Métodos de enseñanza inadecuados: a menudo se utilizan estrategias poco adaptadas a sus características y estilos de aprendizaje, lo que limita su progreso.
  • Objetivos pedagógicos poco ambiciosos: en ocasiones se asume, erróneamente, que estos niños no podrán aprender a leer o escribir, estableciendo metas mínimas que reducen sus posibilidades de avance.
  • Bajas expectativas: tanto en el entorno escolar como familiar, la falta de confianza en su potencial restringe el acceso a experiencias significativas de alfabetización.
  • Escasez de recursos y formación: la falta de materiales accesibles y la carencia de preparación específica en los profesionales dificultan la implementación de programas eficaces y personalizados.

Las barreras de oportunidad son evitables. Visibilizarlas y trabajar para eliminarlas es fundamental para que los usuarios de SAAC tengan las mismas posibilidades de acceso a la lectoescritura que cualquier otro niño o niña. 

Porque leer y escribir no es un privilegio: es un derecho.

La alfabetización es beneficiosa para todos los estudiantes y todos los niños y niñas tienen derecho a adquirirla a través de una exposición temprana a una enseñanza de la lectoescritura efectiva, individualizada y especializada. Hayes, Turbull y Moran (2018) en su trabajo “Diseño Universal del Aprendizaje para ayudar a todos los niños a leer. Promoción de la alfabetización en estudiantes con discapacidad” (Universal Design for Learning to Help All Children Read: Promoting Literacy for Learners with Disabilities) describen seis mitos perjudiciales relacionados con la alfabetización. 

Despejar estos mitos es crucial, ya que una educación basada en percepciones erróneas puede influir de manera negativa sobre el qué y el cómo enseñan los docentes.

  • Aprender a leer es un proceso natural.
    En realidad, aprender a leer no es natural: requiere enseñanza explícita, variada y adaptada a diferentes estilos de aprendizaje.
  • El proceso de alfabetización de todos los/as alumnos/as con el mismo tipo de discapacidad será siempre el mismo.
    Cada niño es único. No existe un enfoque uniforme que funcione para todos; la alfabetización debe ser individualizada.
  • Si los/as alumnos/as con discapacidad no logran aprender a leer y escribir a cierta edad, no podrán hacerlo en el futuro.
    Las investigaciones muestran que también los niños mayores y adultos pueden aprender lectoescritura. Sin embargo, empezar temprano favorece otros aprendizajes.
  • Los/as alumnos/as con necesidades complejas de apoyo, tales como la discapacidad intelectual severa o pluridiscapacidad, no pueden adquirir habilidades de lectoescritura.
    Sí pueden, siempre que cuenten con educación intensiva, integral y sostenida (Erickson & Koppenhaver, 2020; Copeland & Keefe, 2017).
  • Los/as alumnos/as con discapacidad auditiva, incluidos aquellos con discapacidades adicionales, no pueden aprender a leer y escribir.
    Sí pueden, siempre que adquieran lenguaje lo antes posible, lo que facilita el proceso de alfabetización (Wang & Andrews, 2014, 2017).
  • Los/as alumnos/as sin habla o con trastornos de la comunicación son incapaces de aprender lectoescritura, así como demostrar estas competencias.
    Pueden aprender con el apoyo de Sistemas Aumentativos y Alternativos de Comunicación (SAAC) y pictogramas con texto, que permiten leer, deletrear y demostrar comprensión de manera flexible.

En el año 1997 tres investigadores del Center for Literacy and Disability Studies de la University of North Carolina (Chapel Hill), tras llevar a cabo diferentes programas de alfabetización en niños con discapacidades del desarrollo con un éxito inesperado, publicaron la llamada “Carta de Derechos en Alfabetización” (Yoder, D. E., Erickson, K. A., y Koppenhaver, D. A., 1997; citado en Yoder, 2001). Los autores se propusieron promulgar prácticas basadas en la evidencia para la alfabetización de todas las personas sin excepción, independientemente de su condición.

La carta se precede de la siguiente declaración:

“Todas las personas, independientemente de la severidad de su discapacidad, tienen el derecho a usar textos impresos. Más allá de este derecho general, existen una serie de derechos en alfabetización que deben asegurarse para todas las personas”

La lectura es un proceso muy costoso, que requiere años de enseñanza. Pero  tal y como explica Mora (2020), los niños/as “tienen muchas cosas que hacer y practicar antes de adentrarse en el aprendizaje de la lectura” (p. 99), entendida en un sentido convencional. Desde el momento del nacimiento se inicia la inmersión en el llamado “ambiente alfabetizador”, que dependerá del contexto y entorno en que el/la niño/a se desenvuelva. 

Las experiencias de alfabetización emergente o temprana sin duda sentarán las bases para un futuro aprendizaje de la lectoescritura. Las experiencias sensoriales y motoras a través del juego darán paso a que vayan entrando en el mundo abstracto de las ideas y conceptos (Mora, 2020). Especialmente importantes son estas experiencias para personas que, por sus condiciones personales como dificultades motoras, sensoriales o comunicativas, presentan menos oportunidades de acceder a las mismas (Imbernón López y Gómez Taíbo, 2010).

Aprender a leer no es un proceso natural: requiere enseñanza explícita, atención, memoria y entrenamiento a lo largo de los años. La lectura es una invención cultural que el cerebro humano ha incorporado gracias a su plasticidad, creando nuevas conexiones entre las áreas encargadas del lenguaje, la visión y la audición (Dehaene, 2015; Mora, 2020).

El aprendizaje lector sigue un recorrido en etapas:

  • Etapa logográfica: los niños reconocen palabras como si fueran imágenes.
  • Etapa alfabética: descubren que cada letra representa un sonido y comienzan a decodificar letra a letra.
  • Etapa ortográfica: la decodificación se automatiza, aumenta la fluidez y pueden reconocer palabras de un vistazo.

La investigación ha identificado cinco grandes ideas esenciales para aprender a leer (National Reading Panel, 2000):

  1. Conciencia fonológica: reconocer y manipular los sonidos del lenguaje (rimas, sílabas, fonemas).
  2. Conocimiento alfabético: distinguir, nombrar y escribir las letras, asociándolas a sus sonidos.
  3. Correspondencia grafema-fonema: comprender la relación entre letras y sonidos, clave en lenguas transparentes como el castellano.
  4. Vocabulario: ampliar constantemente el número de palabras comprendidas y expresadas, ya que es el mayor predictor del éxito lector.
  5. Fluidez lectora: leer con precisión, rapidez y comprensión, lo que permite acceder al significado del texto.

Para los niños y niñas con necesidades complejas de comunicación, este proceso requiere más apoyos, más oportunidades y materiales accesibles, pero no es menos posible. Al contrario: con estrategias ajustadas, un entorno motivador y la confianza en sus capacidades, todos los alumnos pueden desarrollar habilidades de lectoescritura y disfrutar del poder transformador de la lectura.

Aprender a escribir es un proceso largo y complejo en el que intervienen aspectos conceptuales (qué quiero decir), lingüísticos (cómo lo expreso con palabras y frases) y motores (cómo trazo o selecciono las letras) (Cuetos, 2011). 

Escribir no significa solo reproducir signos gráficos: es transformar pensamientos, emociones y experiencias en palabras que se plasman en un soporte para ser compartidas.

En los inicios, los niños y niñas exploran materiales y descubren que la escritura sirve para comunicar, aunque sus primeras producciones sean garabatos o letras aparentemente sin sentido. A medida que avanzan, aprenden a relacionar letras y sonidos, a organizar palabras en oraciones y a darles un propósito comunicativo. Para muchos alumnos con necesidades complejas de comunicación, este proceso requiere adaptaciones como el uso de lápices alternativos u otras herramientas de acceso, pero lo importante es que todos tengan la oportunidad de expresarse por escrito desde el principio.

Foto de Ana Klipper en Unsplash

Las principales etapas del aprendizaje de la escritura son (Teberosky, 2016):

  1. Etapa de garabateo: los niños experimentan con trazos y marcas en el papel sin un sentido convencional, pero ya muestran la intención de comunicarse.
  2. Etapa pre-silábica: comienzan a usar letras o pseudoletras sin que exista correspondencia con los sonidos de las palabras.
  3. Etapa silábica: descubren que la escritura representa el lenguaje oral e intentan asociar una letra por cada sílaba.
  4. Etapa silábico-alfabética: combinan sílabas y letras, empezando a representar algunos sonidos de manera más precisa.
  5. Etapa alfabética: comprenden que cada fonema se representa con un grafema y logran escribir de forma más convencional.
  6. Etapa ortográfica: consolidan reglas, estructuras y ortografía, escribiendo con mayor fluidez y corrección.

Es importante recordar que cada niño avanza a su propio ritmo, y que el papel de los adultos es acompañar, modelar y proporcionar oportunidades de escritura significativas. Escribir el nombre propio, elaborar listas, anotar mensajes o crear cuentos son actividades motivadoras que refuerzan el aprendizaje. Con los apoyos adecuados, la escritura se convierte en una herramienta de autonomía, identidad y participación social para todos.

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