Cómo aprendemos a leer

La lectura es un proceso muy costoso, que requiere años de enseñanza. Pero  tal y como explica Mora (2020), los niños/as “tienen muchas cosas que hacer y practicar antes de adentrarse en el aprendizaje de la lectura” (p. 99), entendida en un sentido convencional. Desde el momento del nacimiento se inicia la inmersión en el llamado “ambiente alfabetizador”, que dependerá del contexto y entorno en que el/la niño/a se desenvuelva.

Las experiencias de alfabetización emergente o temprana sin duda sentarán las bases para un futuro aprendizaje de la lectoescritura. Las experiencias sensoriales y motoras a través del juego darán paso a que vayan entrando en el mundo abstracto de las ideas y conceptos (Mora, 2020). Especialmente importantes son estas experiencias para personas que, por sus condiciones personales como dificultades motoras, sensoriales o comunicativas, presentan menos oportunidades de acceder a las mismas (Imbernón López y Gómez Taíbo, 2010).

Aprender a leer no es un proceso natural: requiere enseñanza explícita, atención, memoria y entrenamiento a lo largo de los años. La lectura es una invención cultural que el cerebro humano ha incorporado gracias a su plasticidad, creando nuevas conexiones entre las áreas encargadas del lenguaje, la visión y la audición (Dehaene, 2015; Mora, 2020).

El aprendizaje lector sigue un recorrido en etapas:

  • Etapa logográfica: los niños reconocen palabras como si fueran imágenes.
  • Etapa alfabética: descubren que cada letra representa un sonido y comienzan a decodificar letra a letra.
  • Etapa ortográfica: la decodificación se automatiza, aumenta la fluidez y pueden reconocer palabras de un vistazo.

La investigación ha identificado cinco grandes ideas esenciales para aprender a leer (National Reading Panel, 2000):

  1. Conciencia fonológica: reconocer y manipular los sonidos del lenguaje (rimas, sílabas, fonemas).
  2. Conocimiento alfabético: distinguir, nombrar y escribir las letras, asociándolas a sus sonidos.
  3. Correspondencia grafema-fonema: comprender la relación entre letras y sonidos, clave en lenguas transparentes como el castellano.
  4. Vocabulario: ampliar constantemente el número de palabras comprendidas y expresadas, ya que es el mayor predictor del éxito lector.
  5. Fluidez lectora: leer con precisión, rapidez y comprensión, lo que permite acceder al significado del texto.

Para los niños y niñas con necesidades complejas de comunicación, este proceso requiere más apoyos, más oportunidades y materiales accesibles, pero no es menos posible. Al contrario: con estrategias ajustadas, un entorno motivador y la confianza en sus capacidades, todos los alumnos pueden desarrollar habilidades de lectoescritura y disfrutar del poder transformador de la lectura.

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